lunes, 13 de septiembre de 2010

Para leer con los ojos Cerrados:

-El Payador de la Tierra sin Llanto:

Vengan amigos, los invito a que escuchen este cuento. Mi cuento. Nuestro cuento. No lo llamo cuento porque sea una mentira, que de hecho no lo es, sino que digo cuento por la magia que fantasea en los nombres de lo sucedido hasta el momento.

Para amanecer el relato, imaginemos y encontrémonos juntos (quienes quieran), sentados en una colina imponente; o pequeña montañita de tierra, en el más real de los casos. Sentir el pasto seco e invernal no es lo que desearían, ustedes poetas, pero esto nos toca así. Además de el frio mojado congelando sus cachetes; el viento de color inocencia arrugando flequillos, las palabras nuevas y solubles esculpiendo sonrisas; los ruidosos crujidos de cierta bombilla adornada, como marcando el paso del tiempo y disipando la extrañeza que ofrece el origen de lo que fuera a ser. Eso es pretexto y puesta en escena. Es introducción, es primer capítulo, es primer día. La trama de la película la encontrará quien pueda descansar su mirada en las pupilas del futuro.

Inauditas expresiones diarias, hicieron del tiempo sucedido, algo que yo desconocía hasta allí. El perfeccionismo inducido en ello, causado por vaya uno a saber que belleza, comenzó a rechazar los malos olores del obstáculo.

Me resulta demasiado ajeno contar y relatar esto, cuando debería ser todo lo contrario.
Ahora sospecho que soy uno de los protagonistas, y victima de la “eclipzación” a la que nos han invitado los vivires contemporáneos, contrastados ellos por la blanca luz de ciertos hermosos ojos rojos. Sollozo.

Nótese que los días pasaron como meses, aunque las horas como minutos. Con ésta paradoja me refiero a que lo sucedido fue eterno, si, pero cada momento particular se vio como rebobinado hacia adelante, a causa de la interminable fugacidad del disfrute. No quedarán sobras de esta hermosidad en ningún lugar. Porque ya me las voy comiendo a todas, sin desperdiciar.

La piedra que intento hacernos tropezar hoy está hecha polvo, allí junto a pares de cosas inútiles, como lo son la palabra normal, el verso sin rima, el canto sin voS, y centenares de desechos acéfalos de melodía.

HOY:
Transcurrido un ciclo lunar, la extrañeza ya se lee como sinfonía, recuerdo con luz.
Transcurrido un mes sinódico, en los bolsillos hay polvo lagrimal, ya reseco y risueño.
Transcurrido un mensis, los eclipses adoptaron periodicidad. Son alba matutina y ocaso vespertino. Todos los días.
Transcurrido un mes, con el perdón de las damas lectoras, las amarguras ingeridas se eructan con ruido a carcajada.
Transcurrido lo transcurrido, no logro empezar un cuento sin distraerme para hablar de vos, cruda y directamente (como mereces).



teamo*




SALUD!

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